En la educación mexica, la
educación universal obligatoria de los hijos hasta la edad de veintisiete años
estaba en manos de sus padres, pero supervisada por las autoridades de su calpulli.
Parte de esta educación involucraba aprender una colección de discursos,
llamada huehuetlahtolli («palabras de los ancianos»), que
representaban los ideales tenochcas.
Los sacerdotes no sólo se encargaban de
asuntos religiosos y los rituales en los distintos festivales, también dirigían
el sistema de educación y hasta cierto punto controlaban las expresiones
artísticas.
En la infancia los niños aprendían a realizar
labores junto a sus padres, los varones a pescar y cortar leña, por ejemplo, y
las mujeres labores del hogar, hilar y tejer. Cuando cumplían 14 o 15 años es
cuando se les enviaba oficialmente a la escuela o academia, dependiendo la
clase social, género o sus talentos. Los hijos de quienes eran jueces o
gobernantes recibían el cuidado de ayas o ayos, quienes daban instrucción en
cuanto a buenas costumbres y modales. La educación estaba muy ligada
a la religión, y los niños ingresaban a la escuela entre los diez y doce años.

También existía una escuela o academia
militar especializada. Era posible que muchos eligieran esta opción pues ser
guerrero tenía una gran reputación y honor además de ser considerada una forma
rápida de avanzar pues tomaba menos años de estudio. Era claro que la prioridad
para la mayoría de la población masculina era prepararlos para ser guerreros y
prueba de ello es que se les hacía un corte de cabello especial cuando cumplían
los diez años con un mechón de cabello largo hasta el cuello llamado piochtli
que sólo podía ser cortado cuando capturaran a su primer prisionero.
En el telpochcalli cabe
mencionar que también se impartía educación a las mujeres, pero se centraba
principalmente en rituales religiosos. Sin embargo, tanto hombres como mujeres
debían adquirir conocimientos generales sobre música, baile, historia,
discursos públicos, entre otras cosas.
En el calmélac los
estudiantes eran principalmente hijos de nobles, separando a hombres de las
mujeres, y existen algunos registros de alumnos excepcionales de clases bajas a
los que se les llegó permitir estudiar en el calmélac. Debían aprender
rigurosamente a interpretar los "libros" y las artes pictográficas.
Los libros que debían conocer eran el tonalámatl,
calendario adivinatorio de 260 días con tablas de adivinación y ciclos
astronómicos; el xiuhámatl, el libro que registraba
toda la historia del pueblo azteca; y el libro de los sueños, que correspondía
al ámbito de la adivinación de los sacerdotes.
Entre otras materias que se enseñaban estaban
la poesía, matemáticas, retórica, música, leyes, astronomía, historia,
arquitectura y el arte de la guerra. Para aquellos estudiantes que se les
seleccionara para ser sacerdotes, continuarían su educación en tlamacazcalli, en el cual se sometían
a una vida de austeridad y educación muy estricta, incluyendo largos periodos
de meditación, ayuno e incluso practicando el sacrificio de su propia sangre
usando espinas de cactus o maguey.
También se conocen como instituciones
educativas al cuicacalli (casa de canto o de la cultura) y
al ichpuchcalli (casa de doncellas).
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